II
Una tarta de gelatina
—"Sire, nunca he necesitado esta hipótesis”, le dijo Laplace a
Napoleón. Estamos más o menos en el año 1796. Laplace acaba de publicar su obra
Exposición del sistema del mundo, donde explicaba su teoría acerca de la
formación del Sol y del sistema solar a partir de una nebulosa, y el general le
comentó "me cuentan que ha escrito un gran libro sobre el sistema del
Universo sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador”. Bueno, es bastante
probable que esto sea una leyenda, pero de lo que no cabe la menor duda es de
que Laplace no necesitaba ningún Creador. No ocurrió así con Isaac Newton poco
más de un siglo antes.
–Isaac Newton,¿eh?, hum.
–Sí, Isaac Newton, una de las grandes vacas sagradas de la física.
–Ajá.
–Junto a Einstein y Maxwell, puede decirse que forman la, el…, vamos,
que son los más grandes de todos los tiempos.
–Ya, claro, sí, y dices que también Maxwell, ¿Maxwell, no?
–Sí, Maxwell. Y posiblemente esté ahí por ser el autor de las que se
consideran más bellas y elegantes ecuaciones de la física, las que definen el
electromagnetismo.
–¡Las más bellas y elegantes!, fíjate, hum, qué interesante.
–Bueno, te decía que Newton sí necesitaba de la intervención divina. En
1687 publicó su famosísima Ley de la gravitación universal, que supuso un
avance en el conocimiento humano de la leche, pero no pienses que se quedó tan
contento.
–Ah, no, ¿eh?, pues vaya.
–Pues no. Había unos cabitos sueltos en su ecuación que le tocaban
bastante las narices. Por ejemplo, que la gravedad fuese una acción que actuaba
a distancia. Él no comprendía cómo una materia bruta, inanimada, como un
pedrusco, podía atraer a otra, y encima a distancia, sin nada físico que las
uniera.
–Sí, claro, jeje, la gravedad.
–Y otra cosa que también se le escapaba es que el Universo estuviera en
equilibrio, que no hubiera colapsado. Como todos los astros y cuerpos celestes
se atraían entre sí, y como además están en continuo movimiento, a nada que uno
de ellos se desplazara medio milímetro, habría que recomponer el equilibrio de
todas las fuerzas de los demás que actuaban sobre él y de él sobre ellos. Y así
uno a uno y a cada instante. Y eso a él le parecía demasiado. De modo que dejó
el trabajito en manos de la divinidad.
–El Universo colapsado…, qué interesante. El universo colapsado,
jeje, suena bien, tienen una bonita sonoridad esas palabras. Entonces Newton,
bueno, pregunto,¿habló directamente de la hipótesis de Dios?
–Bueno, no sé si lo dijo explícitamente o si tan siquiera lo pensaba,
pero imagino que en esa época era algo que estaba en el ambiente. Bueno, igual
que hoy, en eso no creas que las cosas han cambiado mucho que se diga. Mira quien
entra por ahí.
–Estaba la puerta abierta.
–¡Hombre, qué tal!, jeje, plas, plas, y tú, plas, plas, qué tal, jeje.
–Hola chicos.
–Hola. /–Hola.
–Joer, qué bien, bueno, jeje, habéis venido juntos.
–Sí sí, he traído yo el coche.
–¡Sí!, me ha traído el camarada Rufo, en su automóvil.
–Si os apetece, hay unas cervezas en el frigo.
–Entonces hoy no vas a hacernos pasar sed, y eso ¿es bueno o malo?, es
solo una pregunta, yo solo pregunto.
–Anda, no te quejes, que el otro día tampoco fue para tanto.
–Joder que no, menudo tute le diste al tío, ¿eh o no?
–Dejemos correr las aguas.
–Jeje.
–Bueno, imagino que no es necesario que diga que lo hice con todo el
cariño del mundo. Venga, estábamos hablando de Newton y de su Ley de la
gravitación universal, y de cómo al final se vio obligado a echar mano de la
divinidad para que las cosas le cuadraran.
–Siempre y en todo lugar.
–Aquí traigo las cervezas. No sé si vosotros queréis otra.
–Continuamos. Bueno, ¿os imagináis quién acabó con estos problemas de
Newton?
–Ya estamos con problemas.
–¿Qué problemas?
–Fue… Einstein, entiendo, bueno, yo
–Exactamente, fue Einstein, con su Teoría de la relatividad general,
publicada en 1915, en plena Primera Guerra Mundial. ¿Recuerdas, Rufo, que el
otro día la mencionamos?
–Yo tengo que decirte que de verdad no sé si acabé de entender lo que me
contaste, pero, eso sí, fuiste muy didáctico, muy didáctico, de verdad, vamos,
que no sé si acabé de entenderlo pero en todo caso estuve a punto de hacerlo.
–Jaja. /–Jeje.
–Vale, hombre, me alegro. Para ser la primera vez, tampoco es que esté
tan mal. Bueno, de todas formas yo te lo recuerdo. Dijimos que Einstein fue el
autor de dos importantes teorías, la Teoría de la relatividad especial,
publicada en 1905, que fue la que a continuación comentamos más extensamente, y
la Teoría de la relatividad general, publicada en 1915, de la que hablaremos
hoy. Si lo recuerdas, la Teoría de la relatividad especial establece un espacio
de cuatro dimensiones, el espacio-tiempo cuatridimensional, en el que el tiempo
se dilata y el espacio se contrae en función de la velocidad a la que nos
desplacemos. ¿Recuerdas, Rufo, que hablamos de una partícula que viajaba hacia
la Tierra y que debía desintegrarse, en el 1 µs que supuestamente tarda en
hacerlo, antes de llegar a la superficie, pero que en cambio los detectores al
nivel del mar registraban su presencia?
–A mí me dijiste segundo y medio.
–Ah sí, pues no lo sé, tal vez me
equivoqué. Bueno tampoco sé muy bien si es 1 µs lo que tarda en desintegrarse.
Ni siquiera sé de qué partícula se trata, un muón o algo por el estilo. La
verdad, hablaba un poco de oídas, pero eso en realidad no cambia nada. La cosa
es que para la partícula, que se desplaza a una velocidad próxima a la de la
luz, el tiempo pasa más lento y la distancia recorrida se contrae con respecto
a los científicos que están esperando su llegada con sus detectores quietecitos
en tierra.
–Oye, bueno, jeje, espero que esto que nos estás contando vaya en serio,
no te lo estarás inventando, ¿no?, porque entonces, jeje. A ver si luego las
obras que hagamos para El huerto
–Jaja. /–jaja.
–Yo os lo cuento en serio y espero no estar equivocado. Pero, bueno, en
todo caso podéis contrastarlo en la wikipedia.
–Sí, ahora vamos a estar contrastándolo. Encima.
–Vale, venga. Pero el espacio-tiempo cuatridimensional en esa primera
Teoría de la relatividad especial viene a ser una especie de bloque plano y
liso, y los objetos que se desplazan en él recorren trayectorias rectilíneas. Y
además no incluye la gravedad. Y eso a Einstein le repateaba un poco bastante.
A Newton no le gustaba que su fuerza de la gravedad actuara a distancia, sin
nada físico que lo explicara, y a Einstein, que su teoría no incluyera la
gravedad. Bueno, la gravedad y otras cosas. También le mosqueaba un huevo el
que, al estar el espacio y el tiempo entrelazados como demostraba su teoría, la
fórmula de Newton funcionara de maravilla incorporando solo distancias y no
tiempo, y además, y esta le repateaba en especial, que la acción de la gravedad
fuera instantánea, por así decirlo, más rápida que la luz. Y eso estaba claro
que era imposible.
–Claro, nada puede viajar más rápido que la luz. Oye, ¿eso se ha
demostrado alguna vez? Imagino que sería muy interesante demostrarlo.
–Joder, me pones en un aprieto. No sé si eso se puede demostrar de una
manera directa. Tal vez habría que encontrar algo que viajara más deprisa, no
sé. Bueno, el caso es que la velocidad de la luz se considera un límite del
universo, y esto hasta la fecha funciona a la perfección. De todas maneras, que
quede bien claro que todas estas cosas de las que estamos hablando son teorías,
y aunque hayan sido validadas por la experiencia o se hayan hecho con ellas
predicciones importantes, eso ni mucho menos quita que en el futuro puedan ser
superadas por otras más completas que corrijan sus posibles carencias.
–Eso ya lo sabemos, ahora tú cuéntanos qué pasó con Einstein y sus
problemas. Tú, cuenta, cuenta.
–Bueno. Pues Einstein se puso a trabajar en una nueva teoría que
superase esos problemas, y tras diez años de no parar, publicó su Teoría de la
relatividad general, en 1915, como hemos dicho. Y de buenas a primeras, con
esta nueva teoría, el espacio-tiempo, que hasta ese momento había sido un
bloque plano y liso, se convertía en una especie de gelatina maleable, con
curvas y pliegues, que además, por decirlo de alguna manera, se abolla con la
presencia de masa o de energía, que como es sabido son equivalentes. Un tejido
flexible que puede extenderse y doblarse.
–O sea que el tío, que era un genio, se tiró diez años para abollar el
Universo. Pero si está chupado, eso lo hago yo en media hora, mira, pam, pam,
como si estuviera tocando las maracas. Aunque bueno, jeje, lo que más tiempo
tira, imagino, es ir de un sitio a otro.
–Jajaja. /–Jajaja. /–Jajaja.
–Y se da una situación muy curiosa, una acción recíproca entre una cosa
y otra. Las masas curvan, abollan, el espacio-tiempo y esa misma curvatura del
espacio-tiempo marca el comportamiento y la evolución de esas masas que lo han
curvado, no sé si estoy siendo redundante.
–A mí no me mires.
–Bueno, seguro que todos habéis visto esa representación en la que se ve
una bola, a menudo la Tierra, que curva la malla elástica en la que se ubica.
La imagen ilustra en dos dimensiones lo que estamos diciendo. Y ahora, bueno,
imagino que os estaréis preguntando cómo elimina esta teoría del espacio-tiempo
maleable los problemas que decíamos, los de Newton y los de Einstein.
–Ah, es verdad, los problemas.
–¿Hay más cervezas?
–Imagino que sí. Tú sabrás, que eres el último que ha ido al frigo.
–A ver, un momentito, ¿hay alguien más que quiera?
–Yo quiero. /–Y yo. /–Tráeme también una a mí, por favor, si
puede ser, sin alcohol.
–Hum, qué rica. Ideal para la Teoría de la relatividad general. ¿Veis
cómo las burbujitas deforman el espacio-tiempo dentro de la botella? ¿Dónde las
consigues?
–No no, en el sabeco.
–Ah.
–Vamos por los problemas. La Teoría de la relatividad general resuelve
de una forma absolutamente original los problemas que hemos comentado.
Supongamos una estrella en el espacio-tiempo, que para simplificar
–A mí no me hace falta que me simplifiques nada.
–¿Simplificar?, No, ya, jeje. Si yo te entiendo, pero simplificar,
bueno, tal vez no deberíamos simplificar demasiado, quiero decir, vamos que
–Todo el mundo simplifica.
–Magister dixit.
–Lo que decíamos, imaginemos una estrella en el espacio-tiempo
bidimensional del que acabamos de hablar, la imagen de la malla elástica con la
esfera. Vemos cómo la estrella deforma la malla pero solo hasta una determinada
distancia, fuera de ahí la malla sigue siendo plana, lo que significa que no
afectará a ningún cuerpo ubicado en esa zona plana. Una masa no tiene ninguna
influencia gravitatoria sobre otra que esté lo suficientemente alejada. Y esto,
de entrada, soluciona el colapso del Universo que Newton no se explicaba por
qué no ocurría. Por otra parte, cuando un objeto con masa, o energía, por
ejemplo un cometa que se desplaza por el espacio, se cuela de repente en la
deformación de la malla debida a la estrella, no es que cambie voluntariamente
de dirección, el cometa no ha movido para nada el hipotético volante que lo
guía, simplemente ha ocurrido que el propio espacio donde se mueve de repente
es curvo y él, en apariencia siguiendo recto, traza la curva marcada por la de
formación. Uf, creo que me estoy explicando fatal.
–Vaya, para una vez que lo entiendo.
–Pondré un ejemplo que espero me ayude a explicarme mejor. Imaginemos
una carretera recta y plana que de pronto atraviesa una hondonada y vuelve luego
otra vez a ser recta y plana. Nosotros conducimos el coche por la parte plana,
como es lógico, sin mover el volante, trazando una recta. Cuando entramos en la
hondonada seguimos sin mover para nada el volante, seguimos totalmente rectos
solo que ahora nuestra trayectoria es curva debido a que la carretera es curva.
Pues algo así ocurre con el espacio-tiempo y sus hondonadas. Espero haberme
explicado ahora algo mejor, porque este es un punto crucial para entender, al
menos un poquito, la Relatividad general de Einstein, ¿ok?
–… /–… /–…
–De todas formas, vamos a hacer antes un pequeño comentario acerca de
esta imagen de la malla elástica deformada por la estrella. Puede dar a
entender que el cometa cae en una trampa y rueda por las paredes hasta el
fondo. Y esto es erróneo. El cometa no cae en la deformación de la
malla, eso sería algo así como utilizar la gravedad para explicar la propia
gravedad. El asunto es bastante más sutil. El cometa traza, en efecto, la curva
que le marca el espacio-tiempo curvado pero la gravedad no aparece aquí por
su propio peso. Cuando algo se desplaza por una curva, sucede que está
cambiando de dirección todo el tiempo, pues en caso contrario saldría por la
tangente. Solo en una trayectoria recta no hay cambio de dirección. Esto es muy
importante porque la física dice que para que se produzca un cambio de
dirección en un objeto debe actuar una fuerza sobre él. Y esta es la forma en
que opera la fuerza de la gravedad en la Teoría general de la relatividad. Es
un efecto geométrico, de cambio de dirección, del desplazamiento en un
espacio-tiempo curvado. Como podéis observar, esto elimina el resto de
problemas que teníamos con la fuerza de la gravedad, primero, el de actuar a
distancia que tanto asustaba a Newton y, segundo, el de la instantaneidad, que
quitaba el sueño a Einstein. Y ya no cuento más porque igual lo estropeo, si es
que he aclarado algo.
–Sí, vale, ya, pero bueno, a mí me parece, vamos, que creo haberlo leído
en algún lado, que la gravedad que ejerce una estrella puede afectarla a ella
misma. Tú corrígeme si me equivoco.
–No no, que va, tienes toda la razón. Claro, es lo que pasa a veces con
los ejemplos, que al final pueden dar una imagen parcial del asunto. En los
ejemplos que hemos puesto, podría pensarse que la gravedad actúa solo sobre
objetos que se desplazan en el espacio-tiempo y que de pronto entran en la
deformación provocada por un objeto masivo. Pero es cierto que la gravedad no
actúa solo sobre objetos externos, actúa sobre todos los objetos que
estén en ese espacio-tiempo deformado, atrayéndolos hacia el centro de la
estrella, como cuando soltamos una pelota en el aire, que es atraída hacia el
suelo. Pero el mecanismo es exactamente el mismo que hemos comentado antes. Y
por supuesto el campo gravitatorio producido por la estrella, su propia
deformación del espacio-tiempo, la afecta también a ella. Todas las capas que
la forman son atraídas hacia el centro, provocando que las capas externas
ejerzan una gran presión sobre las internas, lo que a veces convierte el núcleo
interior, en el que la presión y la temperatura alcanzan valores extremos, en
un horno de fusión nuclear, qué es lo que ocurre por ejemplo en el Sol. Creo
que hemos comentado al principio que el campo gravitatorio creado por un objeto
masivo marca su propio comportamiento y su evolución en el tiempo. Hasta el
punto de poder decirse que la evolución de todas las especies de objetos
celestes está marcada fuertemente por la gravedad, la propia y la de otros
objetos, nubes de gas, estrellas masivas, materia oscura, etcétera, que las
rodean.
–Entonces el Sol, qué bueno, tiene dentro un reactor nuclear. Sí, vale,
pero claro, una duda, aunque todo esto que estás contando está muy bien, de
hecho es una pasada, ya sabes que a mí todo esto me fascina, no sé si sabría
explicarlo, jeje, pero me fascina, vamos, que esto lo de los astros y la
gravedad y la forma en que tú lo explicas me parece un juego delicioso, pero no
sé por qué pensaba que íbamos a hablar del tiempo.
–¡¿El tiempo?!
–Sí, el tiempo, aunque esto que has contado también está muy bien,
vamos, a mí, no sé si también a los demás, me parece la mar de interesante.
–Vaya, hombre, pues no te habrá parecido tan interesante cuando me estás
diciendo que cambie de tema. Te parecerá poco que el tiempo, y también el
espacio, de acuerdo, van los dos en el mismo lote, que el tiempo se abolle por
la presencia de un objeto masivo.
–Que sí, no no, que por mí puedes seguir hablando de esto toda la vida,
vamos, que no he querido decir.
–Déjalo, te va a dar lo mismo.
–La bestia anda suelta.
–Vale, de acuerdo, perdonad. Centrémonos de nuevo.
–Eso, centrémonos.
–Tal vez me he extendido un poquito más de la cuenta con todo esto. En
compensación, si fuera posible, hablemos ahora de un efecto que la gravedad
ejerce directamente sobre el tiempo. Hasta ahora hemos hablado de objetos
provistos de masa, estrellas, cometas y cosas así, pero es lo mismo si hablamos
de algo con energía pura, ya que de acuerdo con e=mc2 masa y energía son
equivalentes. Así que la gravedad actúa tanto sobre una masa como sobre la
energía pura, por ejemplo, sobre la luz. Todos hemos oído alguna vez hablar de
las lentes gravitacionales, o de que los agujeros negros poseen un campo
gravitatorio tan intenso que ni siquiera la luz puede escapar de ellos. Son dos
ejemplos de cómo la gravedad puede actuar sobre la luz. Pero ahora dejemos a un
lado el cosmos y volvamos a la superficie de la Tierra. En concreto a Nueva
York. Imaginemos dos individuos, y esta vez, por si acaso, no voy a ponerles
nombre, uno subido en la terraza del Empire State y otro abajo, en la calle.
Imaginemos que el que está en la calle enciende un puntero láser, o sea, lanza
un haz de luz hacia el que está arriba. Como hemos dicho, la gravedad actúa
sobre la luz, tira, por así decirlo, de ella hacia abajo, ¿y qué consigue?
–¿Que dé la vuelta? Ya sé que no, pero bueno, lo digo con la boca
pequeña, vamos, que a mí me parece
–En efecto, sabes muy bien, no da la vuelta. En realidad, su velocidad
ni siquiera se inmuta. Ya hemos comentado unas cuantas veces que la luz se
desplaza siempre a la misma velocidad. Pero si pudiéramos viajar en su
interior, tal vez veríamos que tiene la forma de una onda. Y una onda, todos
tenemos la imagen en la mente, está compuesta de una semionda que baja por
debajo de la línea horizontal y otra a continuación que sube por encima, para
volver de nuevo a la línea horizontal y repetir el ciclo las veces que sea.
Pues bien, y ahora llega otro de esos momentos de intensa emoción, la forma en
que actúa la gravedad sobre la luz no es frenándola y haciendo que disminuya su
velocidad, si no tirando, por así decirlo, de la onda y haciendo que esta se
estire como si fuera un muelle. Y a la vez que se estira la onda se estiran
también, parece lógico, los ciclos. Y como un reloj no es en definitiva más que
un aparato que va registrando ciclos que se repite con una determinada
cadencia, ocurrirá entonces que para el que está en la terraza los ciclos de la
luz emitida desde la calle serán un poco más largos de lo normal. ¿Y que ocurre
cuando es al revés, cuando es el de arriba el que lanza el haz de luz hacia
abajo? Pues que la gravedad, como cabe esperar, seguirá tirando del haz de luz,
pero esta vez como es a favor, hacia abajo, en vez de alargar la longitud de la
onda, la acortará, y con ello conseguirá que los ciclos sean un poco más cortos
de lo normal. Lo que, juntando los dos casos, se traduce en que el de arriba
verá que el tiempo pasa más lento para el que está abajo que para él, y el que
está abajo verá justo lo contrario, que el tiempo transcurre más deprisa para
el que está en la terraza. Y ahora generalizando, puede decirse que los campos
gravitatorios actúan sobre el tiempo. Éste se ralentiza en las proximidades de
un objeto masivo. Bueno, y ahora yo creo que vamos a tomarnos un descanso, que
ya está bien.
–Hombre que sí. /–Uf, cómo pesa
la gravedad. /–Vale vale, bueno, pero
luego continuamos, jeje.
–Ok. Cuando lleguen los demás, o mejor aún, después de comer, y así a
quien le apetezca, puede echarse una siesta. Bueno, tú, Rufo, me imagino, tú
aunque no te apetezca.
–De todas formas, antes una preguntita, ¿es verdad entonces que el
espacio-tiempo, vamos, que no sé si acabo, quiero decir, se deforma de verdad?
–Funciona.
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