En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.
Noche oscura. San Juan de la Cruz.
Fue una noche oscura donde una visión vino a mí. Y me abrió las puertas hacia un abismo secreto donde un débil refulgir modelaba las formas.
Me pareció yermo más tuve la intuición de que aquel remoto lugar fue en otro tiempo habitado.
Pero no me hallaba solo, algo en mí me acompañaba.
Y como una semilla es acompañada por el viento, fui a través de campos y senderos hasta el confín de la inmensidad de aquellos páramos.
Recorrimos muchos lugares de aspecto diverso, llanuras, lagos, ríos, montañas...
Siguiendo arroyos desde los manantiales, hasta sumideros al final de las vaguadas, al pie de grandes farallones, donde un murmullo delataba donde se perdían sus sombrías aguas.
Después fue un lento fluir por laberintos subterráneos para llegar finalmente al reposo, junto a una orilla, en una laguna que me pareció reflejo de otra ya antes conocida en este viaje.
Al instante fui consciente de la misma disposición de sus elementos.
Salvo pequeños detalles como la forma, número y situación de las ramas de lo árboles, o la ligera diferencia en el tamaño o textura del musgo o de una roca, todo ello podría pertenecer a un mismo sitio.
Como un patrón repetido en anteriores parajes que en esta singular noche llevábamos recorridos.
Allí, frente aquella revelación, sentí mi alma suspendida y turbada ante la imposibilidad del regreso al origen: aquel perdido punto desde donde habíamos partido.
Al momento, una tormenta ocupó toda la bóveda visible.
Ya no cabía esperar auxilio alguno de las estrellas.
Un nido de rayos marcaba en la oscuridad el horizonte.
Una mirada alrededor confirmaba que este lugar no ofrecería el calor de un refugio.
Durante el tiempo en el que permanecimos en el centro de este desierto en soledad ningún sonido replicó a aquellos lejanos resplandores en las nubes, salvo mi corazón anhelante de reposo.
Percibí instantáneamente que ante nosotros toda aquella extensión era su pecho.
Y que sus venas, así como mis venas, eran aquellos arroyos de aguas oscuras que nos acompañaron en el camino.
Y que al mirar lo hacía yo desde el limo de un lecho profundo, bajo la bóveda de su propia memoria.
Absortos en la contemplación de aquellos resplandores producto de su pensamiento quedó todo mi ser sumido en aquella visión que os he descrito.
Y después se fueron atenuando las sombras, vino a mis labios un viento cálido y entonces sentí bajo los párpados el amanecer de un nuevo día.
Julián Valle, 2018
Un viaje por mis cuatro dibujos (Julián Valle) incluidos en el proyecto colectivo PALACIO DEL TIEMPO, expuestos en el Huerto del Tertuliano de Fuente Olmedo, Valladolid.
En el equipaje llevaba La casa del pasado de Algernon Blackwood y La noche oscura. Libro II, cap.17. de S. Juan de la Cruz.
Por la secreta escala 06.17
Julián Valle 2017
Carbón y grafito s. papel Khadi-Sunn Hemp
63 x 80 cm.
Por la secreta escala 08.17
Ich ruf' zu dir, Herr Jesu Christ, BWV 639 Bach / Wilhelm Kempff
Julián Valle 2017
Carbón, grafito y pastel s. papel Khadi-Sunn Hemp.
63 x 80 cm.
Por la secreta escala 07.17
Julián Valle 2017
Carbón, grafito y pastel s. papel Khadi-Sunn Hemp
63 x 80 cm.
Por la secreta escala 05.17
Julián Valle 2017
Carbón y grafito s. papel Khadi-Sunn Hemp
63 x 80 cm.
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