Inauguración 30.09.2017: conferencia-acción de Rafael Lamata Cotanda, vista del público. Foto HdT.
El principal desafío que plantea mirar al pasado
es la lectura que ofrece del presente. La perspectiva del calendario suscita
esa doble evaluación. Esta propuesta de El Huerto del Tertuliano representa un
nuevo diálogo entre quienes formaron parte de un extraordinario proyecto hace
ya tres décadas. En este Palacio del tiempo
se vuelven a encontrar siete de los artistas que integraron A Ua Crag, colectivo de creación contemporánea que
desarrolló su actividad entre 1985 y 1996 con sede en la localidad burgalesa de
Aranda de Duero.
Conviene aclarar como punto de partida que no
asistimos, desde luego, a una reactivación del grupo, ni siquiera de carácter
puntual. Más bien se trata de una reunión ocasional que invita a meditar sobre
la dimensión temporal en una exposición nutrida, eso sí, de un proceso de
discusión y conceptualización parecido a los que caracterizaron muchas de sus
acciones. Desde su disolución solo cabría mencionar otra cita en cierto modo
equivalente, la itinerante Círculos de espuma
en 2001 (Casa de la Cultura de Aranda; Galería Aele, Madrid; Espacio Rinocero,
Palencia).
La insólita experiencia que supuso A Ua Crag en
el panorama español del arte, operando desde la periferia con un esquema
organizativo independiente y de
autogestión, va siendo progresivamente puesta en valor aunque todavía siga
pendiente una revisión contextualizada fuera del ámbito de Castilla y León,
donde tuvo un carácter pionero. En este sentido es necesario subrayar por su
importancia, tanto la retrospectiva organizada por el Museo Patio Herreriano
(2005), como la exhibición en el Musac (2014) del amplio fondo documental
donado tres años antes.
Hablar del
presente también es evocar el pasado, por lo que resulta pertinente recordar
algunas claves. Su actividad se desplegó principalmente desde un taller de producción en una
nave industrial, una sala de exposiciones y la edición de publicaciones. Su
participación en tres ediciones de ARCO
(1988 a 1990) les posicionó en la escena nacional, para dar paso a continuación
a la etapa de mayor repercusión, con una dinámica más procesual, basada en el
desarrollo de proyectos internacionales de intercambio con grupos de Alemania,
Francia, Bélgica, Holanda y Canadá, en los que se formula la producción
artística en relación al lugar donde se interviene.
El colectivo, que experimentó variaciones en
su composición a lo largo de su historia, reunía sensibilidades e intereses
dispares y no partía de postulados teóricos y plásticos comunes
en la labor artística. Sin embargo, sus miembros compartían, con energía
aglutinadora, la complicidad intelectual en el lenguaje del arte contemporáneo
y la necesidad de articular un sistema para dar visibilidad a su trabajo,
rompiendo el aislamiento local y la atmósfera adormecida de una región situada
fuera de circuito, que les llevó a anticipar sobre su geografía modelos de
producción y organización alternativos, hoy de plena vigencia.
En este Palacio
del tiempo el visitante se asoma a formas muy personales y diferenciadas de
habitar el ahora. Julián Valle sumergido en el trazo de los sedimentos del
paisaje, Néstor Sanmiguel caligrafiando la literatura como sustrato pictórico, Rafael
Lamata con los juegos de su universo verbal, Rufo Criado y su construcción geométrica
del pensamiento, Alejandro Martínez revelando metáforas audiovisuales con
objetos cotidianos, Jesús Max con la simbología jeroglífica de su pintura y Javier
Ayarza capturando desde la fotografía los bordes difusos de un territorio
abocado a la nada.
Esta estancia en Fuente-Olmedo propone, en
suma, una reflexión madura y actual sobre el tiempo, no un reencuentro con el
ayer, entre quienes ya sorprendieron con una apuesta innovadora de calidad en
la etapa más temprana de sus trayectorias artísticas.
También permite la feliz comprobación de que
los esfuerzos en la meseta para desarrollar y ampliar su tejido cultural desde
prácticas contemporáneas, a pesar de las muchas dificultades, no resultan
improductivos, aunque sus efectos positivos requieran preparar la mecánica del
reloj para carreras de fondo. El agua crujiente brota en el huerto. Una manera
esperanzada de conjugar el presente.
Ignacio Gil
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